Esa espada no corta el barullo, se hunde, desgarra,
roja y ensangrentada la hoja bajo la vaina,
pero ni así acalla el murmullo, hay rumores,
impunes rubores ante ese filo.
A tan maltrecha destreza se imponen ruidos inmunes e inmundos.
Pobre y bélica, estrecha pereza de lunes y de jueves,
que por omnipotencia o desdén inmortaliza la táctica.
La belleza del acorde no la va a lacerar el acero,
innovar, renovar, virar...o detenerse.
Podrían saberse otros, desempuñarla e iniciar el fuego.
Por las dudas yo ya apagué este juego.
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