sábado, 3 de octubre de 2009

HOMICIDIO


Has muerto y temo a la condena, aunque no tanto como a tu venidera ausencia. Quien me crea inocente de cargos y culpas se equivoca. Hubo una muerte y sino culpables, al menos creeme, soy cómplice. Ninguna absolución será merecida. Sé que pagaré con creces las culpas de este asesinato.
No sé como ocurrió, quizá amnesia pos traumática. No recuerdo si hubo un día, más me parece, la agonía fue larga. De lo que podés estar seguro es de que el crimen no fue premeditado. No deseaba hacerlo, no me creí capaz...sino hasta que estuvo el hecho consumado.
Fue extraño, porque tardé en percatarme que habías dejado de existir, a decir verdad, dudo que alguien más lo haya notado. No hubo velorios, ni ceremonias fúnebres de ningún tipo. Sí la tristeza, típica de la muerte, de quien no se fue, la angustia de lo que ya no será, de las palabras nunca dichas a tiempo y del beso que por dubitativo llegó demasiado tarde. La infaltable nostalgia por el pasado, inmovilizante, carcelero a veces y la fobia al olvido, porque bien sabemos que recordar es una forma de arrebatar a la muerte esas vidas de las que se cree tan dueña y señora.
No resultó fácil asumir que te habías ido, seguramente el mío bien podría etiquetarse como "duelo patológico" (habrás notado que hoy en día está tan al corriente etiquetar y etiquetarnos a todos) ¿pero a quién en mi situación le habría sido fácil asumir semejante muerte? no tuvo nada de convencional, insisto. Tu corazón siguió siempre latiendo, tal vez a otro ritmo, es verdad, pero latía al fin; oía tus respiraciones, te observaba caminar (¡no es esperable que caminen los muertos! cualquiera podría pegarse un buen susto si le tocase ser testigo de tamaño fenómeno)...y hubo veces en las que hasta cruzábamos palabras. Sé que no alucinaba, porque otros siguen viéndote también.
Qué importancia tiene todo esto, aquí lo único cierto es que finalmente estoy segura de que has muerto. Lo supe por tu frialdad, por tu mirada ausente, lejana, impenetrable, no perdió el brillo debo admitirlo. Sé que tus ojos ven ahora más lejos y que ya no lograré alcanzarlos con los míos jamás, miopes ante tu mundo. 

No tuve entonces más dudas, te habías ido.
Dicen que la muerte es para siempre, ¿lo será la tuya también? no me sorprendería que en cualquier instante tocases a mi puerta, o me llegasen unas letras con tu firma...sé que los muertos no escriben, ni hacen visitas...por eso no me dejaría engañar y sabría que en caso de que eso ocurra, no serías vos.
No hay vuelta posible de la muerte afirman. Tengo mis serias dudas. Guardo secreta una humilde esperanza. Fijate que tampoco se oyó nunca de muertos como nosotros y a pesar de eso aquí estamos...lloramos y reímos de vez en cuando...casi como si estuviésemos vivos. Al fin de cuentas quizá esto de la vida y la muerte sea una gran mentira.

octubre 2009

domingo, 13 de septiembre de 2009

SOLEDAD


Afuera está la vida radiante...los primeros rayos del sol entibian esta mañana de septiembre...el ruido de los coches y la gente que va y viene, con o sin rumbo no sé...
Están conmigo algunos libros, una buena canción, cigarrillos para despistar a la soledad, un par de pastillas para conciliar el sueño, que es una breve manera de morir y la compañìa de mi gato. Pero aquí dentro ya no está la vida y yo no me animo a salir por ella. Tampoco estás vos.
Falta un sentido.
Entre muerte y muerte, que es como decir entre cada despertar, a veces vuelvo a vivir, viajo en el tiempo, me encuentro con la que fui, y te encuentro, somos nosotros, lo que fuimos...vuelven aquellos sueños que quien sabe en que parte del camino se perdieron...hay abrazos, besos, risas y a veces hasta batallas ganadas, de las que quizá nunca ni siquiera llegamos a ser parte. Da gusto amanecer así triunfales...y en esas ocasiones anhelaría no abrir los ojos nunca más, quedarme allá, con vos y con ellos.
La locura golpea la puerta amenazante. No le temo. Más miedo, debo admitir, me dan los recuerdos. ¿Qué son? Son las siestas de mi infancia, tra noches de delirio, la mesa familiar, amigos que se fueron, timbres de recreo, las paredes llenas de esperanza de mi cuarto, cánticos de libertad, el entusiasmo de las luchas y mil despedidas...tan de paso estamos y tantos adioses que soportar.
Algo de aquello aun queda. Tu tenue presencia a la distancia, las débiles ganas de no darme por vencida y el consuelo en los mates salvadores de un amigo.
No alcanza, y por eso busco empecinada, no encuentro y temo ¿seguir perdiendo?...no sé que hay por encontrar, a lo mejor sólo sea a mí.
Hubo y habrá grandes hombres, esos que ambos sabemos son los imprescindibles, no soy uno de ellos, pero quisiera al menos que vos no pudieras prescindir tan a la ligera de mí. ¿Un deseo egoísta pensarás? Puede ser, fiel reflejo de otra víctima de la miseria humana.
El gato quiere salir al balcón, me interrumpe, insiste en que corra las cortinas, admiro su entusiasmo por descubrir el día...yo no me atrevo, por precaución o por cobardía...ni aunque afuera esté la vida...

SEPTIEMBRE DE 2009