No es verdad eso de que cuando llegamos a adultos el cuerpo cesa de expandirse, a lo sumo puede valer para algunos días.
El cuerpo va, viene y vuelve a ir.
Mis piernas, por ejemplo, hay mañanas que se despiertan largas, esbeltas, más jóvenes que de costumbre; listas para dar pasos largos y saltar si hace falta.
Emprendedoras, desafiantes se vuelven entonces. Han sabido en ese estado correr ante el apuro y enfrentar la amenaza.
Hay otras veces que sólo son entre tantas; digo: que caminan para no dejarme a pie.
Y hay también tempranos y tardes en las que devienen tan pero tan cortas, petaconas y pesadas que no son capaces ni de cruzar la calle.
Hoy no siento que estas piernas sean las mías, no me puedo levantar. Será que allá entre sueños se han enredado con otras y no se quieren separar...